Un viaje lleno de colores: roadtrip de Cancún a Mérida

México es uno de los países con más color que visité alguna vez. Una historia antiquísima, gente agradable, una cocina reconocida en todas partes del mundo, las mejores playas paradisíacas y una cultura rica y diversa, completan el potpourri de razones por las cuales visitarlo. Y los colores se aprecian aún más recorriendo todo por nuestra cuenta, parando en pequeños pueblos y hablando con gente única en el camino. Aquella vez encontré aéreos económicos a Cancún y ni siquiera lo pensé. Tenía tiempo, ahorros y nada que me ate acá. Como siempre, esta vez decidí dejar que mi instinto me lleve, y alquilar un auto. ¡Vamos por tacos, mar y tequila!

 

Estados de Quintana Roo y Yucatán

 

Si lo que estás buscando es caminos que se adentran en la naturaleza, ruinas mayas y playas caribeñas, los estados de Quintana Roo y Yucatán, los más cercanos a Belice, son los que te recomiendo. Cenotes, piscinas subterráneas, arena clara, mar de un azul verdoso penetrante. ¿Cómo resistirse?

Lo mejor de las rutas que utilicé para recorrerlos es que están perfectamente mantenidas y el gps funciona normalmente en todas ellas. Pasé un par de días en Playa del Carmen, al sur de la ciudad y luego regresé, para partir desde Cancún hacia Valladolid.

 

Valladolid es un pequeño pueblo colonial en el que me sentí muy bien recibida. Está a 1 hora 45 minutos de Cancún, tomando la ruta de Cancún-Kantunil. En un día se puede visitar tranquilamente, con paso calmo, ya que el ritmo del lugar invita a apaciguarse y las sonrisas a conversar.

 

Chichen Itzá

 

Chichen Itzá, una de las siete maravillas del mundo antiguo, está localizada en Yucatán, a solo 45 minutos de Valladolid por la misma ruta que tomamos antes. Se trata del complejo de ruinas mayas más importantes y reconocidas del mundo, y está en México. Por eso fue mi siguiente punto en el mapa. Como curiosidad, probé lo que había leído en algunos lugares sin creer demasiado en el resultado: aplaudí frente a la Pirámide de Kukulcan. Para mi sorpresa, recibí el eco de mi aplauso en la forma del canto de un Quetzal. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Quienes diseñaron esa pirámide… ¿Tuvieron hasta ese pequeño detalle en cuenta? ¿Era casualidad? Repetí el gesto para asegurarme, no dejen de intentarlo.

 

Extasiada con lo que había vivido durante esa mañana, decidí pasar la tarde en el Cenote Il-Kil, a 5 minutos de las ruinas. La profundidad del agua, la hermosura de los colores que los reflejos del día proyectaban en su interior, las vistas desde arriba y desde abajo, todo valió la pena.

 

Izamal y Mérida

Necesitaba recomponerme de sensaciones tan abismales, así que opté por visitar otro pequeño pueblo colonial, aunque de menor tamaño que Valladolid: Izamal. Retomé la ruta de Kantunil – Cancún y en una hora llegué a mi destino. Dos horas más me tomó recorrer su totalidad y hasta visitar un pequeño convento: la Capilla de la Santa Cruz.

 

A una hora en auto de Izamal, por la misma ruta, me encontré con Mérida. Esta ciudad constante con la idiosincrasia tranquila de los pueblos coloniales. Se trata de una urbe que no duerme, constantemente ofreciendo actividades culturales y artísticas, y con una noche digna de recorrer. Aquí probé varios platos de gastronomía local, algunos en restaurantes y otros en carritos callejeros.

 

Aún me queda mucho por recorrer de México, pero lo poco que he visto dice realmente mucho e invita a volver. Espero poder contarles pronto la segunda parte de este gran viaje.

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